Crítica IDFA Envision Competition: Light Falls Vertical de Ethymia Zymvragaki

Light Falls Vertical es una de esas raras obras de arte, un relato profundamente personal y muy íntimo de una vida afectada por la violencia doméstica. Al mismo tiempo, arroja luz sobre el alma atribulada de un agresor y no sólo le ofrece un escenario, sino comprensión y simpatía.

La cineasta Ethymia Zymvragaki deja que las historias de la película se desarrollen orgánicamente. Comienza en la isla de Creta, donde creció, y que abandonó para huir de la violencia que sufría en casa. En su nuevo hogar en España parece haber superado su trauma, pero una petición totalmente inesperada sacude sus cimientos. Ernesto quiere que haga una película sobre su vida. Se presenta como autor de violencia doméstica. No muestra vergüenza, pero sí una gran autocomprensión.

Zymvragaki conduce cuidadosamente a su público y a sí misma a través de los dilemas comprensibles y (para muchos) desconocidos que provoca este extraordinario atractivo. Como cineasta, por supuesto, reconoce una oportunidad muy poco frecuente, pero como víctima siente resentimiento. Además, los recuerdos que tenía tan bien guardados salen a la luz y hay que enfrentarse a ellos.

Lo que sigue es un documento poético (tanto visual como oral) sobre el proceso de filmar a su sujeto y su intento de aceptar su propio trauma.

Ofrece al hombre desesperado todo el espacio que necesita para explicarse o incluso retratarse. No pone excusas, sino que describe metódicamente lo que le ocurre cuando se pone agresivo. Del mismo modo habla de su juventud y de su padre, que por supuesto también era muy violento.

Una de las escenas más impresionantes es cuando dirige a dos actores, que interpretan a él y a su ex mujer, mientras bailan juntos. Se cierne en torno a ellos, dando instrucciones sobre la pose y la mirada del actor masculino: “Te estás enfadando. Le pegas. No sientes ningún remordimiento”. Los dos jóvenes actores le hacen preguntas, intentando, sin éxito, comprender sus sentimientos. Cómo es posible que no se sienta mal después de maltratar a su mujer, quieren saber. Pero nos enteramos de que esta falta de sentimientos humanos “normales” es exactamente la razón por la que ahora vive como vive. A salvo, solo, alejado de la gente y con una novia que vive aparte pero que tiene instrucciones estrictas sobre cuándo cerrar el cajón de las navajas y salir de su casa sin mirar atrás.

Las escenas con Ernesto se alternan con planos cinematográficos y atmosféricos de interiores y de la naturaleza, que evocan una sensación de calma y aceptación. Esta es la vida, este es el estado humano, esto es con lo que tenemos que lidiar. También te da espacio para dejar que se desarrollen tus pensamientos sobre este delicado proceso. A través de su viaje con Ernesto, Zymvragaki es capaz de mirar hacia atrás, hacia lo que le ocurrió a ella y a su padre, por el que ahora es capaz de sentir cierta compasión.

La película es un registro completamente honesto de este viaje, sin resultar forzado ni artificial. A veces es dolorosa, pero también sanadora, y está hecha con tanta compasión y comprensión que consigue dar al mal un rostro humano.

© REPRODUCCIÓN RESERVADA IDFA.NL (Lea el artículo original)